"Alexander, alias Susurrus, miró con frustración no notoria desde lo alto de la iglesia, parado sobre la gran cruz, como sus espectros desaparecían uno a uno al llegar al techo de la casa. Hecho una maldición (sin cambiar la expresión de su rostro) y ordenó mentalmente a sus espíritus que volviesen a las tumbas, a sus cuerpos y que esperasen a su orden nuevamente. Les dijo mentalmente que no tenían permiso para cruzar al otro lado, porque habían fracaso. Susurrus era un ser tan cruel como para siquiera inmutarse ante el coro de lamentos y llantos que invadieron su mente. Desde pequeños y mujeres, hasta hombres y ancianos, todos suplicaban el descanso eterno y el se los negaba para siempre. Los hizo callar mentalmente y en eso se encontraba cuando el ataque lo encontró desprevenido, un gran lobo de pelaje rojo, de por lo menos dos metros de altura sobre sus cuatro patas se abalanzo sobre el."
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